La Palabra de Dios nos enseña que los seres humanos hemos sido creados con un propósito eterno y perfecto, desde antes de la fundación del mundo Dios nos había escogido para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él, con el propósito de darle a Él la gloria por la gracia que nos mostró, “para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef. 1:4-6).
El propósito de los seres humanos es el de adorar y alabar a Dios por tanto amor que nos ha mostrado, y ese es el centro de la verdadera alabanza y adoración a Dios.